jueves, 22 de octubre de 2009

Destructoras, hagamos memoria

No es necesaria mucha imaginación para entender que la destrucción de documentación confidencial ha sido considerada una tarea de gran importancia, sobre todo para los gobiernos. En la cultura popular de nuestros días ha quedado instalada la imagen de la eliminación de documentación “sensible” en actividades de espionaje.

Es realmente sorprendente el tiempo transcurrido hasta que el uso de las destructoras de papel se halla convertido en algo cotidiano. Hasta el conocido caso “Watergate”, en EE.UU. el publico conocía muy poco de las destructoras de papel.

Retrocediendo en el tiempo, con los datos históricos disponibles, el inventor de la destructora de papel fue A. A. Low. En vida, este inventor fue el segundo, tras Thomas Edison, en patentes registradas.

En 1908 registró su “Receptáculo para Papel Desechable”. La máquina se componía de un alimentador y unas cuchillas montadas sobre unos rodillos, las cuales cortaban el papel. Los rodillos eran accionados, bien manualmente, bien por un motor eléctrico.

Sin embargo, A. A. Low no sacó provecho económico de su invento. Fue otro emprendedor, el alemán Adolf Ehinger, quien patentó su versión en 1936. Se inspiró en el funcionamiento de un utensilio de cocina para convertir la pasta en tiras, quizá, según se dice, para hacer desaparecer pruebas de su actividad contraria al régimen nazi. Comercializó su producto con éxito en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, fundando su propia compañía, EBA Maschinenfabrik. Sus clientes: gobiernos y entidades financieras.

En 1959, la firma EBA lanzó la primera “destructora de corte cruzado”, cortando el papel en horizontal y en vertical, un gran avance en la seguridad de la destrucción efectiva de los datos.

Hoy en día, es habitual, allí donde se trabaje con información en papel, el uso de destructoras de papel. Inclusive, cada vez más hogares disponen de destructoras domésticas, sencillas pero asequibles, para uso particular.

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