miércoles, 26 de agosto de 2009

Electrofotografía, por Chester Carlson


En 1938, el ingeniero norteamericano Chester Carlson inventó una técnica de reproducción en papel la cual, a diferencia del cianotipo, no empleaba productos químicos en estado líquido. Por ello, Carlson originalmente la llamó electrofotografía. Posteriormente pasó a denominarse xerografía (combinación de xeros -seco- y graphos -escritura-).

El proceso inicialmente era muy farragoso, puesto que había que proceder a sustituir unas planchas planas manualmente en varias ocasiones. Sin embargo, y tras la consecuente evolución tecnológica, hoy en día esta técnica es la base del funcionamiento de fotocopiadoras e impresoras láser y LED.

La pieza fundamental de la máquina desarrollada por Carlson es el denominado tambor, un cilindro metálico destinado a girar sobre su eje horizontal, cuya longitud correspondía al área de impresión, además de una amplia tolerancia. Al tambor se le aplicó en su construcción una capa de selenio sólido, mediante deposición en vacio. Esta capa almacenaría una carga electrostática, repartida uniformemente por su superficie mediante una descarga.

A continuación el documento a copiar era iluminado mientras se desplazaba sobre una lente, mediante la cual su imagen era proyectada sobre el tambor en movimiento. El texto o imágenes incluidos en el documento no dejaban pasar el haz luminoso; al contrario de aquellas carentes de información, para las cuales la luz sí llegaba al tambor y la carga electrostática se disipaba. En definitiva, la carga remanente sobre el tambor formaba una "imagen latente" del documento expuesto, el "positivo" del documento original.

El tambor se aproximaba a la superficie depositaria del polvo de tinta seca (tóner), y la carga electrostática atraía las partículas formando una imagen visible sobre éste.

El papel se hacía pasar entre el tambor y la corona, esta última cargada con la polaridad eléctrica opuesta. Por atracción electrostática, la imagen formada sobre el tambor se transfería al papel.

Esta imagen se fijaba al papel mediante la combinación de calor y presión mecánica. Finalmente el tambor se descargaba de la energía residual, y era limpiado de restos de polvo de tinta mediante una brocha rotatoria.

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